sábado, 17 de noviembre de 2007

FUNDACIÓN DE S. ANTONIO DE TEXAS POR CANARIOS

CRISTINA LÓPEZ-TREJO DÍAZ

En el siglo XVIII el Archipiélago Canario sufre una espectacular emigración a América. A esto contribuyó el hecho de que de 1720 a 1730, y especialmente en el año 21, se produjera la crisis agraria más profunda. Se hizo necesario destinar las tierras de viñedos al cultivo de cereales y roturar tierras de monte. Los antecedentes de esta crisis los podemos encontrar ya en el siglo XVII, como consecuencia de la extensiva especialización de la economía canaria sobre el vino. En este sentido, el primer síntoma del derrumbamiento del vino es la progresiva pérdida de mercados. De 1620 a 1630, debido a la aprobación de un reglamento que impide el comercio del vino a sus colonias americanas el producto canario tendrá que buscar otros mercados en las colonias portuguesas, pero esta solución no duró mucho tiempo porque en 1640 la Corona portuguesa deja de pertenecer a España y con ella sus colonias. Las malas relaciones con España van a cerrar este mercado. Se sigue comerciando hacia Europa con un canal único de distribución a través de los ingleses, pero como las relaciones entre España e Inglaterra son inestables la comercialización del producto se agrava aún más. De 1684 a 1688 se produce el derrumbe progresivo del mercado que quedó reducido al control inglés. Se complican las relaciones con Inglaterra y se finaliza el comercio también en este mercado. El vino canario tenía un alto precio debido a su gran calidad y los ingleses comienzan a comprar el de Portugal y Madeira que era más barato, por lo que disminuye la compra del vino canario produciéndose un stock en los puertos. Esto, junto con el destino exclusivo de las tierras a la producción del vino contribuyó a su derrumbe. Por todo ello, paralelamente a los productos centrales de exportación se desarrolla una economía de subsistencia basada en el cereal. Las instituciones, y fundamentalmente las locales hacen hincapié en la construcción de pósitos, que eran lugares en los que se almacenaba el cereal que ingresaba el Cabildo proveniente de sus rentas o de la compra. Ese cereal sería utilizado para situaciones de crisis en las que el Cabildo actuaría de prestamista a bajo interés, pero la realidad era que esos pósitos eran utilizados con fines corruptos. La situación se agrava porque las malas cosechas(sequías, inundaciones) hacen que la producción no sea suficiente ni siquiera para alimentar a la población. Por lo que a Corona se vio obligada a exportar 250.000 fanegas de trigo libre de aranceles. Esta situación es más grave en las islas orientales debido a que estaban especializadas en un solo producto. El hambre y la mortalidad obliga a la población a emigrar, pero no sólo a América sino también a otras islas, sobre todo a Tenerife y Gran Canaria, agravando la situación de estas islas centrales.
La situación en Canarias era de tal penuria y hambruna que favoreció la emigración, y todas estas familias se vieron envueltas en una aventura que dejaba atrás sus vidas y su tierra. En 1729 un Real Despacho dirigido al Juez de Comercio de Indias en Canarias el Rey le hace constar la preocupación por un posible ataque a Texas desde la Lousiana Francesa tal y como le había comunicado el Marqués San Miguel de Aguayo. De esta manera se hacía necesario para mantener esta provincia, una de las más ricas y valiosas de América por la fertilidad y riqueza del suelo y del subsuelo, el envío de familias para que la poblaran. Deberían ser al menos 400, y serían enviadas en barco a la Habana en grupos de diez u once. Este real despacho ordenaba que se hiciera conocer la voluntad de Felipe V y se tuvieran en consideración a aquellas familias que quisieran de forma voluntaria ir a Cuba. Al recibirlo el Juez de Comercio de Indias en Canarias notifica su contenido a todos los ayuntamientos de las Islas que quisieran aportar familias para poblar las Indias. El primero en contestar fue el de Teguise, y fue Juan Leal Goraz, uno de sus concejales que llegaría a ser el primer Presidente del Cabildo de San Antonio, quien propició que se alistaran siete familias de las diez que iban a emprender el viaje. En total eran: siete familias de Lanzarote, una de la Palma, una de Tenerife y de Gran Canaria una familia y un soltero. A pesar de que la condición inicial era que se enviasen exclusivamente familias se le permitió embarcar a Antonio Rodríguez porque su novia iba en el grupo y además porque se casarían durante el viaje como así fue.
Desde que las familias canarias partieron de Tenerife el 27 de Marzo de 1730 hasta que llegaron a San Antonio transcurrió casi un año, este tiempo entre viajes y estancias lo podemos dividir en tres escalas o momentos: SANTA CRUZ DE TENERIFE-CUBA El Intendente de Comercio con las Indias en Canarias, Don Bartolomé de Casabuena ordenó que se destinara la embarcación "Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Rosario" para el viaje desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife hasta Veracruz vía la Habana. De las islas restantes llegaron a Tenerife en la balandra "San Telmo". El día 3 de Marzo se hizo la primera visita al navío para ser cargado el día siguiente con víveres y útiles para el viaje. No faltaron en ninguna familia las correspondientes fanegas de gofio. "La partida se prolongó más de lo previsto debido a la mala mar y por verse embarcaciones enemigas", por lo que a las familias les surgieron necesidades al no estar preparadas para una estancia tan larga y tuvieron incluso que gastar parte de la comida que llevaban para el viaje. Cuando solicitaron la ayuda a las autoridades en un primer momento se negaron, pero finalmente se les concedió por decreto. El día 26 de Marzo se cargó el barco con los enseres y partió el 27. La primera impresión que tuvieron estos canarios poco habituados a viajar fue que el barco, en relación con la distancia que iban a recorrer era muy pequeño. Además la travesía no fue precisamente un crucero: primero el desconcierto, luego el pánico, pero a tiempo Juan Leal se impuso al grupo serenándolo en lo que fue la primera muestra de liderazgo que perduraría hasta San Antonio. La tónica general fueron vómitos y mareos a pesar de que el tiempo no estuvo excesivamente virulento, por el contrario soportaron días de calma chicha que hacía que se encresparan los nervios de pasajeros y tripulación. Tuvieron un accidente con la botavara que consiguieron solucionar poco antes de llegar a Cuba. Pero hasta el último momento no estuvieron a salvo porque poco antes de llegar a la "Boca del Morro una turbonada arrojó un torrente de agua sobre los viajeros, y el barco estuvo a punto de perderse". Llegaron a la Habana el 10 de Mayo y fueron recibidos por el Gobernador de la Habana que tenía conocimiento de su llegada por un Despacho que le había enviado el Intendente de Comercio Don Bartolomé de Casabuena. Aquí permanecieron un tiempo, alojados en una fortaleza adaptada para tal fin, les atiende un médico, se les entrega ropa y alimentos. Durante esta estancia se les unen dos canarios que vivían desde hace tiempo en la ciudad. El día 9 de Julio la "Stma. Trinidad y Nuestra Señora del Rosario" pone rumbo a Veracruz. CUBA-VERACRUZ Este trayecto dura 10 días debido a la calma reinante durante el viaje, habiendo transcurrido ya 84 días desde que salieron del puerto de Santa Cruz de Tenerife. En Veracruz fueron recibidos por el Alcalde en nombre del Virrey de Nueva España. El Virrey Don Juan de Acuña Marqués de Casa Fuerte conocía ya la llegada de las familias canarias por medio del Real Despacho de 1729, el cual ordenaba el traslado de las mismas a la zona de Texas aconsejada por el embustero Marqués de San Miguel de Aguayo. Por esto se reúne con el Brigadier Don Pedro Rivera, conocedor de la zona norte y noreste por sus múltiples viajes, y le encarga que estudie la propuesta de Aguayo de llevar a las familias canarias por barco desde Veracruz hasta la Bahía del Espíritu Santo. La respuesta en negativo de Rivera en este sentido fue bastante clara y concisa, ya que por su experiencia sabía que en aquel lugar era imposible llegar y mucho menos sobrevivir. La cosa se complica más si cabe cuando el 14 de ese mismo mes llegan a Cuba dos barcos con 15 familias más y con el mismo destino. Se encuentra entonces el Brigadier con una gran disyuntiva: enviar a todas las familias al lugar señalado con el consiguiente peligro de sus vidas o no acatar la orden del Rey y exponerse a una posible exigencia judicial de responsabilidad. Por otro lado, no tenía la posibilidad de consultar con el Rey de forma inmediata sobre este tema, y tampoco era partidario de llevar a la práctica una frase muy en boga en la época que era "acatar pero no cumplir la decisión real". Finalmente Casa Fuerte decide que las familias que ya estaban en Veracruz siguieran con su destino hasta San Antonio y ordenar al Gobernador de La Habana que permitiera a las 15 familias que habían llegado en esos días instalarse en la ciudad. El gobernador no tuvo ninguna objeción, porque desde un principio él mismo había propuesto que se quedaran y contribuyeran así al poblamiento de La Habana. De manera que las familias se acomodaron en la Hacienda de Sacataondo. Por otro lado, y debido a todos estos acontecimientos, el Virrey pudo descubrir el engaño del Marqués de Aguayo al Rey, y demostrarle a Felipe V que todas las hazañas de las que Aguayo se jactaba eran mentiras: ni los franceses habían invadido Texas (se trató sólo de un robo que hicieron 7 soldados franceses a los misioneros de Adaes, y que además fueron castigados por su propio capitán), ni él había pacificado la provincia de Coahuila ni mucho menos había defendido frontera alguna, por el contrario había sembrado en toda la zona que gobernaba la desconfianza entre sus habitantes que huyeron en desbandada. Mientras tanto, ajenas a todo esto las familias canarias permanecen en Veracruz durante 13 días. VERACRUZ-SAN ANTONIO Este trayecto no resultó ser para nada lo que esperaban, que era trasladarse en barco, por el contrario el Virrey aconsejado por Rivera había decidido que el viaje se hiciera por tierra. Para ello ordenó al Alcalde de Veracruz que pusiese a disposición de los canarios un guía, Francisco Duval, caballos y también mulas y carretas. Las familias canarias reciben la noticia con preocupación, conociendo los peligros y dificultades con las que podrían encontrarse: asalto de indios, pasar por zonas montañosas, abruptas e inhóspitas, etc. Pasarían de zonas desérticas a altas montañas, con el frío y la nieve. A todas estas dificultades hay que añadir la poca pericia de los canarios a la hora de embridar y aparejar los caballos y mulos, lo que hacía que se perdiera mucho tiempo en esas tareas. El primer objetivo era llegar a Quaticlán, un pueblo al noroeste de la ciudad de México donde se les entregará ropa, herramientas, dinero... Pasaron por Texoco, luego Cholula para llegar a Quaticlán la tarde del 27 de Agosto de 1730, habiendo transcurrido 26 días. Después de lo que habían pasado Quaticlán les resultó un paraíso, y además tuvieron todo tipo de atenciones por parte del Alcalde que les proporcionó durante su estancia comida, casa, ropa, etc. Pero Juan Leal solicita que le den más y mejor transporte y herramientas, para lo que se traslada hasta la ciudad de Méjico a hablar con el Virrey, quien se compromete a proporcionarles más medios para el viaje. Es Pedro Rivera quien propone el lugar donde definitivamente deben asentarse las familias canarias, en contra del informe presentado por Aguayo que era impreciso y poco ajustado a la realidad. El aprovisionamiento previsto concluye el 8 de Noviembre. El recorrido a partir de aquí es el siguiente: "de Quaticlán a Tepexi del Río, Ruano, San Juan del Río, Coyotiyos Chicos, Amascala, Puerto Pinto, Las Carbaneras, San Luís de la Paz, Sauceda de Los Mulatos, Valle de San Francisco, San Luís de Potosí, Las Vocas, a Ediana, El Venado, Laguna Seca, Arroyo Seco, Amatehuala, El Cedral, Pozo Nuevo, Aguadulce, Cieneguilla, a Encarnación, Aguanueva y El Saltillo". No debían desviarse del camino, y acampar siempre a las afueras de los poblados con su consentimiento. Al frente iría una persona que anticiparía la llegada de las familias. Se consideraría desertora a la persona que abandonara la caravana, y como tal sería perseguida y puesta a la disposición de la justicia. Se nombra a Juan Leal y al guía Duval jefes del grupo, responsables de solucionar los problemas que pudieran surgir. Pero a pesar de que el trayecto y las condiciones para el viaje estaban planificadas, después de llevar 2 meses y medio en Quaticlán las familias canarias, que habían vivido las dificultades del camino y oído lo que les esperaba, insistían cada vez con más frecuencia en quedarse. Finalmente se parte el 15 de noviembre para evitar deserciones. Una vez en San Luís de Potosí acamparon y esa misma noche desertaron 4 personas, pero fueron capturadas enseguida y encarceladas en San Luís. Pasaron por numerosos pueblos más, antecedidos siempre por el correo especial del Virrey que se adelantaba para entregar la orden en que se les nombraba " hijos dalgos del solar conocido", así como las instrucciones al Gobernador de Texas o Capitán del Presidio de San Antonio dando las instrucciones para la construcción del Cabildo. Desde el Saltillo hasta San Antonio los peligros aumentaban a medida que se adentraban en el territorio comanche, hacia el noroeste. El primer ataque les sorprendió por la noche al intentar atravesar el Río Grande, pero por suerte no se perdió ninguna vida humana. Llegaron por fin al Presidio de San Antonio al amanecer del 9 de Marzo de 1731, después de ocho meses de caravana y casi un año desde que partieron del puerto de Santa Cruz de Tenerife. Las familias se acomodaron en las casas de los soldados del presidio, en casetas y carros. El Capitán del presidio tenía orden del Virrey de repartir las tierras entre las familias asignándolas a suertes, pero no fue fácil y surgieron muchas disputas por lo que se decidió dejarlo para más adelante y de momento sembrar entre todos una zona roturada ya por los militares y sus familias. Gracias a la cosecha pudieron sobrevivir por su propia cuenta ya que se había agotado la ayuda real. A principios de Julio se comienza con el trazado de las calles para lo que se les entrega a las familias piedras y estacas. Los terrenos se reparten en una zona llana, una especie de meseta, y se delimitan las zonas de pasto. La ciudad se encontraba entre el río de San Antonio y el Arroyo de San Pedro, y antes de que llegaran las familias ya existían en el sitio 5 misiones franciscanas. La más cercana era la de San Antonio Valero que pasará a conocerse hasta nuestros días por el Alamo. Entre esta misión y el presidio de San Antonio fue donde se fundó la ciudad con un gobierno municipal llamado Cabildo.
El día 1 de Agosto de 1731 el Capitán Almazán convoca a los canarios para la constitución del Cabildo, que se llamará Cabildo de San Fernando de Texas. Éste sería el primer gobierno municipal creado en todo Texas, y que estaba compuesto en exclusiva por canarios. Se le dio el nombre de Fernando en honor al hijo de Felipe V. La administración local que se constituyó se correspondía con la estructura o modelo que se daba en España y que se había implantado en el Archipiélago Canario. Se eligieron 6 regidores, 1 escribano, 1 mayordomo, 2 alcaldes ordinarios, todos ellos cargos a perpetuidad. El Regidor es quien encarna el poder municipal, es el encargado de organizar todo el entramado legislativo a través de las ordenanzas; el Escribano es una especie de secretario, responsable de levantar actas, organizar cesiones; el Mayordomo organiza los bienes y rentas del Cabildo; y el Alcalde Ordinario administra justicia. Como primer Regidor y Presidente del Cabildo de San Antonio se nombra a Juan Leal, quien desde que salieron de Lanzarote se había convertido en el líder del grupo. Juan en su discurso de toma de posesión reclamó al Capitán Almázar unos caballos que habían sido requisados a los canarios, y este será sólo el comienzo de las disputas que serán la tónica general durante más de medio siglo entre los canarios, los militares del Presidio de San Antonio y la Misión de franciscanos que desde el otro lado del río siempre habían intentado que los canarios no fundaran una ciudad y compitieran con ellos en la producción agrícola y ganadera que explotaban con la ayuda de esclavos indios. Los misioneros pretendían que los canarios fueran repartidos por todas las misiones pero Juan Leal y el resto de componentes del cabildo tenían claro que la orden real era fundar una cuidad. Es por esto por lo que Juan se traslada hasta Méjico para hablar con el Virrey Casa fuerte para que éste diera las órdenes oportunas al Capitán Almázar y reconociera al Cabildo recién fundado como máximo poder civil de San Antonio. También para que le diera las instrucciones necesarias de cómo debe funcionar el Cabildo. El Virrey, nuevamente asesorado por el Brigadier Rivera envía órdenes claras al Capitán del presidio para que respetara y reconociera la voluntad del Cabildo. Con la Misión de San Antonio también tuvieron problemas en relación con el aprovechamiento del agua del río. En principio los misioneros no querían que los canarios usaran el agua, pero la intervención del Virrey resolvió a favor de los segundos. Pero sin embargo los misioneros contrataron de inmediato al único especialista en construcción de acequias que tenían los canarios, Antonio Rodríguez Medero. De manera que aunque los canarios tenían permiso para utilizar el agua del río no podían hacerlo. Sólo cuando se terminó la acequia de la Misión en 1732 denominada Acequia de la Concepción, Antonio Rodríguez comenzó a construir la de San Pedro que regaría los terrenos de las familias canarias. Se acabó de construir en 1741, y Antonio Rodríguez Maderos fue nombrado Presidente del Cabildo. En 1738 se decidió por el cabildo la construcción de una iglesia en honor a la Virgen de la Candelaria, que fue motivo de muchos conflictos. El Cabildo de San Antonio fue gobernado por canarios hasta la invasión por los anglosajones que desde la segunda mitad del siglo XVIII fueron invadiendo paulatinamente toda esta zona.
 

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